Como la abuela

La bolsa de plástico se convirtió en un objeto común entre nosotros: nos la dan con la comida, en la librería, en la ferretería, en el lavadero, en la farmacia, y hasta cuando alquilamos una película.

Usamos miles y miles de bolsas (según Wikipedia, anualmente circulan en todo el mundo entre 500 mil millones y 1 billón de estos objetos), que van a parar a un relleno sanitario, donde tardan cientos de años en degradarse. Además, muchas de estas bolsas pueden viajar arrastradas por el viento, y llegar al medio del campo, a un cuerpo de agua o a una playa. O sea, representan un problema para el medio ambiente porque: se producen en enormes cantidades, tardan mucho tiempo en degradarse y se producen a partir de combustibles fósiles.


Como muchas propuestas ambientales, ésta puede ser un tanto polémica. Por un lado, para aquellos que creen en "la comodidad es avanzar hacia el futuro" o para quienes no compran bolsas de consorcio. Para los primeros, podría decirles, en resumidas palabras: miren hasta que lugar nos trajo el progreso. A los segundos, les cuento que las bolsas de plástico blancas podrían ser recicladas, y que las bolsas negras se producen con restos de bolsas blancas.

Hoy por hoy, no tenemos una alternativa económicamente viable ni popular como las bolsas de plástico. Así que si bien no podemos prescindir de ellas, al menos limitemos su uso y una buena forma de hacerlo es usando la vieja bolsa de compras.